25 de febrero de 2011

El día de la marmota

Si creyera en la reencarnación, diría que en otra vida he sido marmota. Algunas personas se sorprenden cuando les cuento mis hábitos de vigilia-sueño, porque noto que físicamente no me encuentro bien si duermo menos de 9 horas (y esto ocurre todos los días laborables). Por una parte, es un suplicio el tener que madrugar y atormento a mi compi de piso dejando sonar el despertador durante media hora cada 5 minutos. Por la otra, a las 5 de la tarde mi batería empieza a parpadear avisando que el agotamiento es inminente. Una consecuencia de todo ello es que los días que puedo dormir lo hago con ganas, las 11 horas no me las quita nadie, convirtiéndose en un auténtico placer. No es que sea perezosa (que también) sino que mi cuerpo lo necesita. Como sé que muchos no os lo acabáis de creer, recientes pruebas científicas avalan mi comportamiento:

 Por vosotros hago un copy-paste:
"¿Se te pegan las sábanas y te cuesta horrores abrir los ojos cada mañana? Un grupo de investigadores estadounidenses de la Universidad Northwestern podría haber identificado el gen que, cuando está ausente, hace que a algunas personas les cueste tanto dejar atrás el sueño a la hora de despertarse.

Según explicaban Ravi Allada y sus colegas en un artículo publicado en la revista Nature, el gen CG4857, apodado “veinticuatro” e identificado en moscas de la fruta (Drosophila melanogaster), altera la producción de una proteína llamada PER. Cuando no está presente, hace que las moscas no tengan un ciclo regular y presenten dificultades para reaccionar justo antes del amanecer, lo que en la teoría sería similar a lo que le sucede al ser humano.

Por otra parte, trabajando con mil moscas con el gen sobreexpresado detectaron que su ciclo diario se alargaba a 26 horas, en lugar de 24, lo que sugiere que el gen podía estar involucrado e influir en el reloj biológico de los insectos. “La función del reloj biológico es decirle a tu sistema que esté preparado, que el sol está saliendo y que es hora de levantarse”, explica Allada."


Conclusiones: tengo el reloj biológico escacharrado y cada vez tenemos más pruebas para poder excusar genéticamente nuestro comportamiento.

22 de febrero de 2011

El retorno de los invisibles

Quería volver a darle vidilla al blog con esta noticia que llevo guardando desde antaño (esto me recuerda a Friends) y como ayer euskaltel decidió que no era el día para publicar, lo hago hoy en un ratito que tengo.

Cada vez soy más fan de los titulares sensacionalistas: La invisibilidad ya es posible.

Qué queréis que os diga, podría haber elegido otro tema para mi blog, pero la actualidad demanda que sea la invisibilidad la afortunada de ser comentada rozando los límites de mi ignorancia. Ya he hablado en mi primer post de la base científica de la invisibilidad como buenamente pude y con esta noticia se va complementando el avance en este campo. Mi duda es, ¿para qué sirve este desarrollo? Sé que la ciencia ficción muchas veces ha jugado con la fascinación por ser invisible y todo lo que podríamos hacer con esa capacidad.Yo de pequeña me imaginaba que siendo invisible podría entrar en una tienda gigante de juguetes y (mode Rajoy on) los chuches (mode Rajoy off) para poder inflarme a comer y jugar (bendita infancia).

Ahora me planteo si el uso de estos nuevos gadgets puede aportarnos algún beneficio además de los consabidos fines militares, que aún a riesgo de que alguien me llame comeflores he de decir que desprecio el derroche del talento científico para usos bélicos, sean del tipo que sean. ¿A qué me refiero? A que la invisibilidad lleva inventada (por suerte no patentada) desde tiempos inmemoriales (esta palabra está en mi lista de "expresiones que tengo que decir una vez al día mínimo"). Queremos inventar algo que en realidad es un problema en nuestra sociedad. Ya empecé mi andadura bloguera comentando que todos nos hemos sentido invisibles alguna vez y lo vuelvo a repetir empezando un día desde primera hora: al saludar al conductor del autobús, al esperar a que te atiendan en cualquier oficina, cuando intentas explicarle algo a tu jefe, cuando chocas con alguien, cuando quieres que se fijen en ti, etc. Pero esto no es lo peor, creedme, lo peor es que haya personas durmiendo en la calle debajo de cartones y que lo máximo que consigan sea una mirada de reojo, que creamos que las únicas guerras que existen son las que nos venden los políticos y en las que sólo se llevan a cabo misiones humanitarias, que la discriminación ocurre cuando los niños no usan uniforme en los colegios mientras existen mujeres a las que se castiga por no llevar velo... y juntando todos estos granitos de arena invisibles, conseguiríamos un desierto que no puede o no quiere ser visto. No pretendo ser demagoga y me apasiona la ciencia y poder presenciar su avance, pero quizá estemos olvidando algunas cosas que no avanzan a la misma velocidad.

Para acabar con las aburridas reflexiones de una servidora, confesar que últimamente he confirmado los valores en los que me han educado, que me ayudan a vivir priorizando lo verdaderamente importante para mí (cada uno que cargue con lo suyo), a la vez que he modificado ligeramente mis sueños, reafirmándolos con sutiles modificaciones. Algún día os contaré algo más de lo que reside debajo de la coraza. Y como consejos vendo, que para mí no tengo, si lo que queréis es no sentiros nunca invisibles y poder lograr todo lo que deseáis, la única clave que os puedo ofrecer es ésta: hay que ser valiente.

NOTA: Mañana voy a tener que poner un chiste para arreglar esta retahíla infumable. Gracias a los que todavía me aguantáis.