Ya llevo unos días de vuelta en casita sana y salva, intentando acostumbrarme a la rutina. Aunque ahora parezca que el mes en Japón ha sido un sueño y comience a desvanecerse en mi memoria, quiero ir poco a poco acabando de contar todas las experiencias vividas allí, que no han sido pocas.
Con las mismas sigo con nuestra larga excursión y el domingo tras amanecer en Nara cogimos un tren dirección Kioto, capital de Japón antes de que se trasladara a Edo (Tokio). Ese día terminaba el Gion Matsuri, principal festival de la ciudad, así que imaginaros la cantidad ingente de personas que abarrotaban las calles. Del festival pudimos ver parte del desfile:
Por falta de tiempo empezamos a esquivar gente como pudimos, aprendiendo a hacer el ninja, para poder seguir visitanto Kioto. He de decir que pateamos lo que pudimos y más, ya que hay miles de templos, pero tenía unos cuantos señalados como imprescindibles, y estaban en las afueras, en plena naturaleza con un marco incomparable (necesitaba usar esta expresión).
Otro de los eventos dentro del festival comienza en el santuario de Yasaka, donde sacan unos santuarios portátiles llamados mikoshi y los agitan por la ciudad, produciendo un sonido como de campanillas. Aquí tenéis imágenes del santuario y de un mikoshi:
En la ciudad había muchísimo ambiente y podías perderte entre los puestecillos de comida con un aroma irresistible o dejarte llevar por las mareas de seres humanos que circulaban por las calles. Tras disfrutar de todo ello nos volvimos al hotel, que era uno de estilo tradicional o Ryokan. Además probé el baño público que tenían en el hotel, donde primero entras y te desnudas (no apto para vergonzosos), te sientas en un taburete y te duchas concienzudamente para luego meterte en una bañera grande común. En mi caso no había nadie así que pude relajarme tranquilamente y disfrutar de la experiencia.
Siento no haceros de modelo en esta ocasión. |
Tras pasar una noche agradable en yukata y durmiendo en un futón nos despertamos con el sonido de la lluvia, un tifón había decidido visitar la zona y en agua caía a cántaros. Esto chafó un poco nuestros planes pero aún así pudimos hacer otras dos visitas muy interesantes. La primera fue al templo Fushimi Inari-taisha, muy conocido sobre todo por unas hileras de tori rojos interminables:
Y por último quiero enseñaros uno de mis sitios preferidos de Kioto y seguramente de todos los lugares que he visitado en Japón, es un templo budista llamado "templo del pabellón dorado" o Kinkaku-ji. Este templo guarda las reliquias de Buda y está recubierto por pan de oro. Me hubiera encantado ver el resplandor del sol sobre sus paredes, pero la lluvia no dió tregua.
Allí mismo me hice con un amuleto dorado, que aunque no crea en más suerte que la que uno mismo se construye, cada vez que lo mire recordaré el brillo del templo del que procede.
Con esto me despido por hoy y cierro ya nuestro periplo por la zona de Kioto, estos días seguiré contando cosillas interesantes, o por lo menos a mí me lo parecieron en su momento.
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