2 de julio de 2011

Mi primera vez en Japón - Viaje de ida

Sentada delante del ordenador, con un cansancio considerable a rastras y un tazón de kitsune udon entre las manos, me pregunto cómo empezar a escribir en el blog después de tanto tiempo... Han sido unos meses raros, dos sentimientos contradictorios han provocado que en varias ocasiones llegara a mi límite, porque a pesar de estar en uno de los mejores momentos de mi vida a nivel personal (y no sé cómo es posible, pero cada vez va a mejor), "profesionalmente" (entre comillas porque no sé ni cómo llamar a esta situación) he estado bastante desanimada y con ganas de mandarlo todo a la mierda. Entre todo este batiburrillo nace esta nueva experiencia, que ansiaba hace muchos años, visitar por fin el país que tanto me hace soñar: Japón. Los que me aguantáis a diario ya sabéis lo que significa para mí, pero empecemos por el principio...

30-Junio-2011

Más de medio año después de decidirnos a venir un mes a Japón, por fin mi compañero de clase de japonés y yo nos encontramos en el aeropuerto con destino Tokio, exactamente hacia el aeropuerto internacional de Narita.
 Nerviosos, tensos, sin creernos que por fin nos vamos, esperamos a que reseteen en ordenador de a bordo (efectivamente, lo que te dicen los informáticos cuando no te funciona algo: apaga y vuelve a encender), lo que supone 20 minutos de retraso. Como el vuelo hace escala en París y teníamos hora y media entre un vuelo y otro creíamos que nos daría tiempo. El avión era un cosa muy pequeñita, menos mal que ese viaje dura poco.




Llegamos al aeropuerto de París y comprobamos que hay que coger un autobús para llegar a la terminal de la que sale el siguiente vuelo. Agradable aterrizaje, mucho mejor que un buen jetlag es darte cuenta de que ese autobús tarda como 20 minutos en llegar a la otra terminal (os aseguro que ese aeropuerto es monstruoso), si le añadimos que había una caravana de coches impresionante, entenderéis que se te ponen un poco los huevecillos en el gaznate porque puede ser que no lleguemos al embarque. Amablemente y con gestos (bastante tengo con el japonés como para entender el francés) nos dice que bajemos en otra terminal que tiene un paso subterráneo para llegar a nuestros respectivos puntos de interés. Y ahí comienza una carrera desenfrenada por todo el aeropuerto, dos maletas a cuestas, un pantalón medio caído, gotas de sudor cayendo por la espalda, un control de seguridad que sólo aparenta ser algo serio para hacerte perder el tiempo... Conclusión: llegamos por fin a la puerta de embarque (la última, más al fondo te caías a la pista de aterrizaje) cuando están con la última llamada (creo que en este punto es donde perdí el alma, si algún francés la encuentra que me la envíe contra reembolso, por favor).

Y entrando al mastodonte al que llaman avión (no había visto nunca algo tan grande y que entrara tanta gente) empezamos a hacer el guiri (o gaijin, como prefiráis) como posesos. Flipando por ver tantos japoneses juntos y comentando lo curioso que era oírles hablar a todos en su propio idioma (en serio, tenemos que salir más al exterior). Nos tocó un japonés muy majo al lado, al que no oímos pronunciar ni una palabra, que llevaba mascarilla a ratos, que se quedó dormido según se sentó y no se levantó para nada hasta casi una hora antes de llegar... Esto puede no resultaros tan peculiar a algunos, pero es que yo casi rezaba porque se despertara un segundo para poder pedirle que me dejara pasar para ir al baño! Estos aviones son bastante cómodos (aunque falte algo de sitio para las piernas) y la compañía intenta que estés a gusto: mantita, cojín, una pantalla individual con mando de consola... En fin, que ni con esas aguantas las 12 horas de viaje que te metes entre pecho y espalda. Lo bueno es que al ser tan grande ni las turbulencias dan impresión, se mueve mucho más un autobús en cualquier trayecto normal y corriente.

Te dan un montón de comida, pero algunas cosas dan un poco de asquito.

 
Pantallaca táctil y todo. Eso sí, si ponías las películas dobladas en español, te encontrabas con un doblaje sudamericano muy curioso. Aparte de ver una peli en versión original, eché solitarios como una yonki

Tras dar unas cabezadas y sudar a mares (creo que no he parado desde que salí de Bilbao) llegamos a nuestro destino. Ahí sí que se notaba la emoción, pero no te lo acabas de creer, es curioso. Os soy sincera, ese sí es un aeropuerto de verdad, con su control de inmigración (el inspector me miraba raro, no se fiaba de mí), su control de aduanas (no nos abrieron la maleta y a mi compi le brillaban los ojillos porque no le habían quitado el lomo), etc. El agotamiento era ya casi insoportable, pero todavía teníamos que coger un tren hasta la ciudad (hora y media, ni más ni menos) y encontrar el hotel para dormir el primer día. Al salir en la estación de Shinjuku toda la impresión me llegó de golpe con tantas luces y tanta gente... Pero teníamos que encontrar el alojamiento, tras dar tumbos por ahí y que un policía amablemente nos indicara mal el camino, llegamos al hotel. Al cambiar de hora ya habían pasado más de 24 horas desde que saliéramos, así que sólo nos quedó la duchita y meternos en la cama.

Primera grata sorpresa de tópicos al ver las zapatillas de la entrada.


1 comentario:

  1. bien!! la audiencia vuelve contigo a vivir aventuras apasionantes, disfruta de tu viaje a tope y actualiza este diario de a bordo para tenernos informados! Suerte!!!!!!!

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